lunes, 18 de diciembre de 2017

Demografía LGBT

Publicado en El Espectador, Diciembre 21 de 2017
Columna después de las gráficas





link al Documento de Trabajo  con gráficas y referencias


La Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) del 2015 da información sobre la población LGBT colombiana, con algunas sorpresas.
En 1998, en las audiencias preliminares para una sentencia de la Corte Constitucional sobre derechos de minorías sexuales, el representante del grupo activista Equiláteros afirmaba que “según las estadísticas, más del 17% de la población” era homosexual o lesbiana. Militantes LGBT y algunas feministas han pregonado cifras similares. Según la ENDS, la participación es bastante inferior. Incluyendo bisexuales, las lesbianas apenas llegan al 1% de las mujeres y los gays al 1,8% del total de hombres. Sobre la población trans, la misma encuesta da pocas luces. A pesar de que ambos formularios permitían declararse transgénero, nadie en más de 70.000 encuestas lo hizo. Sin embargo, 0,1% de las personas manifestaron que viven en pareja estable con alguien transgénero.
Aparece una relación negativa entre la edad y reportar ser lesbiana o gay. En otros términos, durante las últimas décadas la homosexualidad aumentó en Colombia, sobre todo la femenina. El porcentaje de mujeres que se declaran bisexuales es mayor en las nuevas generaciones, pero para los hombres ocurre lo contrario: cada vez tienen más peso los exclusivamente gays. Solo después de la cohorte nacida en los 80 se manifiesta en Colombia lo observado en otros países, que “las mujeres son sustancialmente más propensas que los hombres a identificarse como bisexuales”. Múltiples testimonios ilustran esa discrepancia entre ser lesbiana y ser gay, que también concuerda con literatura etnográfica y científica internacional que destaca una sexualidad femenina más “fluida” y cambiante que la de los hombres, lo que, a su vez, se explicaría por una mayor influencia de factores congénitos en la homosexualidad masculina.
La ENDS muestra otras diferencias por sexo. Declararse lesbiana está mucho menos determinado por la primera experiencia sexual que reportar ser gay. Ese sería otro indicio de una sexualidad femenina menos estable. Las lesbianas son sexualmente más precoces que el promedio femenino mientras que los gays se inician más tarde que los demás hombres. Este retraso podría deberse a la presión homofóbica, sobre todo familiar, que según esta fuente sería superior sobre los varones, algo contrario a lo que ocurre en otras sociedades sin senador Gerlein. 
A mayor nivel educativo o de riqueza, el porcentaje de homosexuales aumenta y, además, se amplían las diferencias entre hombres y mujeres. Las lesbianas tienen mayor capacidad económica que las mujeres heterosexuales y para los gays ocurre algo similar; lo primero corresponde a lo observado en otros países, lo segundo no.
En cuanto a uniones formales —decisión de convivir, edad de la persona, de su pareja, duración, hijos— las familias de lesbianas se parecen más a las heterosexuales que las de gays. Es mayor la proporción de mujeres homosexuales que formalizan una unión que la de hombres en esa situación. Los gays reportan menos uniones que el resto de la población en todos los rangos etáreos: casi el 75% de ellos no ha convivido nunca con algún parejo. La cohabitación no solo es menos frecuente sino más corta en promedio. Las lesbianas se asemejan a las heterosexuales en la frecuencia de uniones, a cualquier edad, y difieren menos en cuanto a duración.
Las colombianas establecen su primera unión más jóvenes que los varones. Entre ellas, lesbianas o no, son raros los primeros matrimonios o uniones con alguien menor, algo que, por el contrario, es común para ellos, heterosexuales o gays.
Es usual que tras una separación los hijos vivan con su madre, no con su padre. Este escenario, entre mujeres, depende de la orientación sexual. Ser lesbiana en Colombia multiplica por tres los chances de que una madre no viva con su prole. Los datos estarían captando una discriminación en los juicios de divorcio por salida del armario similar a la que en los años 90 llevó a las madres lesbianas norteamericanas a organizarse políticamente. Ese debería ser un foco prioritario de la legislación y la jurisprudencia.
Unas 22.000 mujeres y 14.000 hombres homosexuales viven en unión estable y, simultáneamente, tienen hijos. Son las únicas personas que en el país saben algo sobre menores en hogar homoparental, no en teoría sino en la práctica cotidiana. Sorprende que ahí se concentre un núcleo de oposición a la adopción igualitaria: 94% de gays y 55% de lesbianas en tal situación no están de acuerdo con ese derecho. Son personas no homófobas que deberían ser escuchadas cuando haya un debate amplio, serio e informado sobre esa figura. No basta la literatura extranjera filtrada para demostrar “científicamente” que el tipo de pareja es irrelevante para la crianza, incluso en una sociedad con educación deficiente, bajos ingresos y alta homofobia.  















viernes, 8 de diciembre de 2017

Reinsertadas, desertoras y #MeToo

Publicado en El Espectador, Dic 14 de 2017

Voluntarismo y afán por la paz llevaron a confundir reinsertadas obedientes con desertoras contestararias. La frágil mezcla se agrietó.


Años atrás, la información sobre las Farc provenía de ex combatientes que habían tomado la decisión suicida de escaparse. Esos testimonios fueron silenciados. Las negociaciones se acomodaron al interés de los comandantes, convertidos en políticos locuaces en La Habana mientras los mandos medios y la tropa recibían periodistas internacionales en campamentos veraniegos. Atrás, en un limbo, quedaron alambradas con secuestrados, atentados terroristas y, sobre todo, reclutamiento de menores, abusos sexuales y abortos forzados, cuyas víctimas permanecieron sometidas a los comandantes. Faltaba oír de nuevo a las desertoras, únicas desmovilizadas libres del yugo militar, político e ideológico.


Tras las denuncias contra Harvey Weinstein por violaciones y acoso sexual en Hollywood surgió #MeToo (#YoTambien), una campaña en redes sociales para que se manifestaran las mujeres afectadas por ataques similares. La definición de víctima fue laxa y hubo de todo. Al lado de denuncias concretas, algunas quejas las trivializaban. “Me pedían que les presentara amigas, #MeToo… Me saludaban de beso en la mejilla, ¡yak!, #MeToo”. También circularon innumerables #MeToo sin detalles. 


Weinstein marcó un hito para las relaciones de género en el mundo y despertó un movimiento de mujeres que pretenden ir más allá del acoso sexual. Feministas norteamericanas de distintas edades buscan “cambiar la estructura de poder que permite la misoginia, el racismo y el fanatismo… el sadismo económico, político, social y sexual”. Según una líder, “antes nos enfocábamos en los maridos; ahora luchamos por nuestro lugar en la esfera pública. Este es un ataque estructural”. Anota que los poderosos indómitos no están cayendo al azar: hay coordinación y dirección para escogerlos y tumbarlos, sin esperar la acción de la justicia.


A tono con la revuelta femenina mundial, Sara Morales, ex fariana, hizo algo excepcional para la tímida variante colombiana: denunció con nombre propio. Aclaró que en 2007 desertó “cansada de los abusos”. Desmintió un cínico comunicado de las Farc: “muy  triste escuchar que teníamos la opción de abandonar o abortar”. Denunció privilegios y nepotismo: ”las únicas que podían tener hijos eran las mujeres de los comandantes”; recordó que Pastor Álape tenía “prácticamente la mitad de la familia en la organización”. A su relato le sobran comentarios y le queda corta la tipificación de acoso. 


“Te roban de tu familia, te cambian una muñeca por un arma y un parque por un campo de batalla, te ganas unos enemigos y además de eso, te violentan sexualmente… No era todos los días, pero cada vez que nos movían uno era la carne para los comandantes… (les) decían: ‘hay tres o cuatro guerrilleras nuevas ve y las miras’. Uno estaba durmiendo cuando sentía que lo alumbraban con las linternas y empezaban a pelearse y a escoger a la que les gustaban… Para ellos entre más pequeña mejor... Involucraban guerrilleros  para que no los ‘echaran al agua’… Las violaciones sexuales nos dañaron el alma, no hay un instante en la vida en que no nos despertemos sin pensar en lo que pasamos”. Cuando se quejó ante Pastor Álape, “me puso a bailar con el que me había violado”. 


Con estas denuncias, Sara Morales arriesga su vida, por traidora y vocera de víctimas acalladas que están organizadas en @CorpoRosaBlanca y, como en la revuelta norteamericana, buscan romper el silencio y atraer nuevos testimonios. Revelarán pruebas “sobre cada uno de los que fueron comandantes, que mientras hablaban que las violaciones eran prohibidas, escogían para hacer de todo con nosotras”. El video de una sesión de fotos a niñas recién reclutadas es un impactante anticipo: parece ser la preparación de un catálogo de novedades para comandantes, con un guerrillero pidiendo destacar a “las tres pequeñitas”. Ante la denuncia de crímenes sistemáticos tan horrorosos, se preguntan dónde están las organizaciones feministas y quienes “dicen defender a las mujeres”. Piden protección especial a las autoridades pues “los violadores son ahora candidatos”.


Weinstein apostaría sus restos para llevar al cine estas historias, que comparativamente lo harían quedar como un gentleman. El manto de silencio e impunidad sobre los abusos en las Farc quedará hecho trizas cuando estos testimonios de violencia sexual inaudita lleguen a las feministas norteamericanas y a la opinión pública internacional. El desprecio habanero por las desertoras que habían huído de la guerrilla saturadas de ataques sexuales se devolvió como un bumerán. 


La revista Time eligió personas del año 2017 a quienes rompieron el silencio alrededor del acoso. En Colombia, las ex combatientes insumisas de la Rosa Blanca califican para 2018. Su labor apenas arranca, pero será contundente. Así lo anticipan unas patadas de ahogado –“Lulú, la candidata trans de las Farc”- y la metaforfosis de Santrich, del jocoso “quizás, quizás, quizás” al insultante “¡cretino!” ante la mención de abortos forzados. 











BR (2017). “Éramos la carne de los comandantes: exguerrillera de Farc", BLU Radio, Dic 6

Espinosa, Jorge Eduardo (2017). "Cretino". El Espectador, Dic 11

Felsenthal, Edward (2017). “The Choice- Time’s Editor-In-Chief On Why The Silence Breakers Are The Person Of The Year”. Time Magazine

García De La Torre, María A. (2017) “#YoTambién he sido acosada”. El Tiempo, Oct 28

Herrera Durán, Natalia (2017). “Lulú, la candidata trans de la Farc”. El Espectador, Dic 12

Ochoa, Paola  (2017). “Yo también”. El Tiempo, Nov 27

RCN (2017) "El criminal Pastor Alape me puso a bailar con el que me violó: desmovilizada de las FARC". Oiga, Dic 4

RCN (2017). ""Toda la vida no va a poder tapar el Sol con un dedo": exguerrillera a Pastor Alape". RCN Noticias, Dic 4

RCN (2017). "Las Farc emitieron comunicado en el que se refieren a abortos en las filas de ese grupo". RCN Noticias, Dic 6

Hedges, Chris (2017) "A Women’s Revolt That Targets Far More Than Sexual Abuse". Truthdig, Dec 3











domingo, 3 de diciembre de 2017

¿Para toda la vida?

Publicado en El Espectador, Diciembre 7 de 2017





Con explicaciones doctrinarias y contraevidentes jamás se podrá prevenir la prostitución de menores, ni entender quienes y cómo abandonan el oficio. 


Alexandre Lacassagne (1843-1924) fue un médico legista francés que promovió la investigación inductiva, basada en minucioso trabajo de campo. Se especializó en los tatuajes y dos de sus discípulos, Le Blond y Lucas, se interesaron por los de las prostitutas. Tras entrevistar a una treintena de mujeres y calcar directamente de la piel sus tatuajes, publicaron un libro peculiar. Anotan que, “jurando amor y fidelidad eterna”, ellas se dejaban tatuar el nombre de algún cliente convertido en amante. Eran comunes las iniciales P.V.L., Pour La Vie, para toda la vida. Una joven, en el oficio desde los 19 años, tenía dos corazones en su brazo, adornados con flores y palomas sosteniéndolos bajo un “unidos P.V.L.”. Inscripciones similares se repetían, a veces con un detalle trágico, como un puñal simbolizando la separación. En su estudio clásico sobre la prostitución en París, Alexandre Parent du Châtelet señaló que algunas mujeres eran expertas en borrarse los tatuajes para escribir el nombre del siguiente gran amor. 


Las parisinas que marcaban su piel no han sido las únicas enamoradas ejerciendo el oficio. En una encuesta hecha en Bogotá a 250 prostitutas, cerca de la mitad recordó una relación estable o romántica con algún cliente. Entre las londinenses, el término trabajo se usa para el sexo sin afecto, con extraños. Pero también está el novio, o el sugar daddy, que pueden surgir de la misma clientela. Incluso en un segmento pragmático y negociante como las prepago colombianas de “alto standing”, se percibe esa inclinación. “Hay que meterle sensibilidad al rollo, algo de corazón, porque si no, no tiene gracia y termina siendo eso: acostarse simplemente por plata… Quiero conocer a alguien con quien formalizar el cuento de la familia”, confiesa Paula, una paisa instalada en Bogotá.  El gran dilema de Bruna, escort brasileña, para enamorarse de algún asiduo es que, cuando sea para toda la vida, ella desearía un hombre que no frecuente mujeres como ella, que le sea fiel. 


En la película Princesas de Fernando León de Aranoa, Caye, prostituta madrileña, le confiesa a Zule, dominicana, que añora no tener quién la quiera. Un día conocen dos tipos en un bar y al salir se preguntan si los van a tratar como novios o como clientes. Ese dilema lo tuvo Dania Londoño, la mujer que enredó al servicio secreto de Obama en Cartagena: la amiga con la que estaba en una discoteca decidió no cobrarle al levante mientras ella sí trató al suyo comercialmente y por eso insistió en el pago.  


Nicole Castioni, jueza asesora del Tribunal Criminal y antigua diputada al parlamento de Ginebra, cuenta en su autobiografía que antes de su brillante carrera vendió su cuerpo en París durante cinco años. Una anécdota suya ilustra la persistencia del enamoramiento en ese medio del que logró salir para estudiar derecho y ser profesional. Años después volvió a Saint-Deins para hablar con sus antiguas compañeras. Al verla “estaban convencidas de que me había casado con un hombre rico. Cuando supieron que era diputada y jueza me hicieron el vacío. Eso era traicionarlas mientras que la boda con un millonario no”.


Si un romance puede ayudar a retirarse, otro con quien no toca es a veces la entrada a la prostitución. Así le ocurrió a la misma Nicole Castioni. Siendo joven se escapó de su casa -donde fue abusada repetidamente- para irse con Jean-Michel, de quien estaba perdidamente enamorada. “Me hacía regalos, me llevaba a hoteles de lujo, viajábamos en Ferrari”. La primera vez que él le pidió que se acostara con otro fue un favor, para pagar una deuda. Ella ya consumía cocaína. Luego, “alternando obsequios, golpes y droga, me hizo saber que iba a trabajar en Saint-Denis, que su madre tenía un apartamento allí y que yo iba a acostarme con los clientes en ese lugar". 


Convendría mermarle al discurso militante –abolicionista o sindical- para privilegiar etnografías, testimonios, novelas y guiones, complejos, matizados, contradictorios, pero más realistas. Sólo así se podrán humanizar las prostitutas, reconociéndoles capacidad de agencia, sentimientos y la remota posibilidad de enamorarse. Cuando se problematice la mirada exclusivamente económica o política se podrán comprender un poco mejor las tortuosas vías de entrada a la actividad en una sociedad machista -requisito para prevenir la trata de menores-, las eventuales salidas y dos fenómenos casi ininteligbles. Uno, peculiar a las colombianas, es la alta proporción de madres en el oficio; otro, que casi no las atañe pues actúan en redes femeninas, es la misteriosísima relación de dependencia con chulos maltratadores. Nicole Castioni sentencia: "yo me prostituí por amor”. Tratándose de una jueza, es apenas sensato creerle. 



Castioni, Nicole (1998). Le Soleil au bout de la nuit. Paris: Albin Michel

Celis Albán, Francisco (2007). Confesiones de una puta cara. Bogotá: Intermedio

Day, Sophie (2007). On the game. Women and Sex Work. London: Pluto Press

Le Blond & Lucas (1899, 2008). Du tatouage chez les prostituées. Lyon: Éditions À Rebours

Rubio, Mauricio (2011): "La maternidad de las prostitutas". La Silla Vacía, Ago 9

________ (2012). "Tatuajes y amor". El Malpensante, Edición Nº 135, Octubre

Surfistinha, Bruna (2007). El dulce veneno del escorpión. Memorias de una prostituta Brasileña. Madrid: Maeva