lunes, 25 de septiembre de 2017

Matoneo trans

Publicado en El Espectador, Septiembre 28 de 2017





Al sabotear violentamente un debate sobre género, un grupo de trans confirmó que siguen siendo machos dispuestos a resolver desacuerdos y acallar críticas a golpes. 


Speaker’s Corner es el símbolo de la libertad de expresión. Por más de un siglo hombres y mujeres, algunos famosos como Marx, Lenin y Orwell, han “disentido, denunciado, analizado, controvertido y predicado”, consolidando el derecho de la ciudadanía  a reunirse para escuchar y ser escuchada. En 1913, la policía prohibió a las sufragistas reunirse allí pero ellas desafiaron la orden. En 1999, un fallo judicial declaró que "la libertad de expresión no se limita a lo inofensivo, sino que se extiende a cualquier sujeto extravagante, herético, provocador o no deseado, siempre que tal discurso no tienda a provocar la violencia".


Al Speaker’s Corner llegó hace unos días Venice Allen buscando debatir la propuesta de reforma a la GRA (Ley de Reconocimiento de Género) para permitir cambios de sexo con simple auto identificación. Sus compañeras feministas de izquierda rechazaron la propuesta de reunirse a discutir ese controvertido asunto. Ella insistió, invitando personas de ambos lados del debate a defender sus puntos de vista. El evento, “¿Qué es el género?”, tendría lugar en una biblioteca comunitaria de Londres. 


Las cosas se complicaron cuando UnCut Sisters, grupo de acción feminista, imprimió un volante contra las TERF (Feministas Radicales Trans Excluyentes) porque, en su opinión, el propósito era difundir “visiones transmisóginas”: las oradoras previstas se habían opuesto a la presencia de trans en eventos de lesbianas, alegando que se trata de hombres invadiendo espacios femeninos. La librería prevista para el debate fue invadida con mensajes contra el evento, que fue cancelado. Allen había convocado a varias activistas trans que, una tras otra, rechazaron la invitación a dialogar. Convencida de poder encontrar alguien que defendiera la reforma de la GRA, convenció a un par de funcionarios de una organización LGBT pero dos días antes del evento le fallaron. 


Allen encontró otro lugar para el debate pero, por prudencia, decidió no divulgarlo sino citar a la gente en Speaker’s Corner, anunciarlo allí y proseguir a la reunión. Unas treinta manifestantes trans que se enteraron de la cita se presentaron para acosar a las asistentes y sabotear la discusión posterior. Según testigos, algunas gritaban "muerte a todas las TERF". Una mujer de 60 años que hacía un video fue atacada, despojada de la cámara y golpeada. Anota que “se comportaron como gente de un culto con el cerebro lavado y parecían pensar que somos las que odian, las fanáticas, las misóginas, las violentas. Pero todo lo que queríamos era tener una reunión pacífica para discutir y todo lo que ellos querían era intimidarnos”. Un trino de Action for Trans buscó que el incidente no apareciera como violencia masculina: “nuestra lucha es y será siempre feminista”.    


El matoneo físico es el último paso en la escalada de una militancia trans que simplemente no tolera a quienes no comparten al dedillo todas sus pretensiones, por alucinantes que sean, y que definitivamente lo son: fuera de hostigar a quienes no aceptan que un hombre pueda quedar embarazado, también empiezan a aparecer mujeres trans que afirman tener la regla.  


El psicólogo canadiense Jordan Peterson, profesor universitario, con miles de seguidores en redes sociales, fue bloqueado temporalmente sin explicaciones, ha recibido advertencias de su empleador y teme perder su puesto por negarse a usar los pronombres preferidos por estudiantes y profesores que no se identifican con su género biológico. Aclara que no tendría problema si uno de ellos se lo pidiera personalmente, pero rehúsa hacerlo de manera general y colectiva, desafiando la ley canadiense, que así lo exige. Peterson no se opone a los derechos transgénero, pero niega rotundamente que el género sea una construcción social sin bases biológicas. 


En Vancouver, aguerridas militantes trans buscaron impedir a la fuerza la apertura de una biblioteca feminista porque no aprobaban algunos libros. En Los Angeles, en una conferencia médica de especialistas en transgenerismo, Kenneth Zucker, psicólogo infantil con años de experiencia, fue vetado porque recomienda no etiquetar como transgénero a menores que con frecuencia renuncian a su deseo de cambiar de identidad. Tras proferir amenazas, las energúmenas trans se declararon traumatizadas por la presencia de Zucker.


El término TERF en boga es utilizado por la militancia trans en mensajes que incitan a la violencia: “TERFs al paredón”, “vaya a masticar cuchillas de afeitar, escoria TERF”. Con desfachatez, una de ellas acepta que aunque no quieren ser llamadas hombres violentos, “harán eso de todas maneras”. Reconoce y busca legitimar el uso de la fuerza física. “No somos violentas, a no ser que tengamos que serlo” amenaza otra, como haría cualquier machista, dominante y susceptible, de esos que sienten cuestionada su hombría por las trans, y las matonean.

Belsoeur, Camille (2012) “Hyde Park - La fascinante histoire du Speaker's Corner”, Le Petit Journal, Oct 10

GA (2015). "Male Violence Is The Problem And Transwomen Commit It Too". Gender Apostates

Hasson, Mary (2017). "Threatening Violence, Trans Activists Expel Un-PC Research At Medical Conference". Feb 27

Lecuona, Laura (2017). "Cuando lo trans no es transgresor" El Hufftington Post-México, Feb 16 

Lecuona, Laura (2017). “Feminismo pop, a tus zapatos”. El Hufftington Post-MéxicoJul 18

Lott, Tim (2017). "Jordan Peterson and the transgender wars". The Espectator, Sep 20


Murphy, Megan (2017). "Vancouver Women’s Library opens amid anti-feminist backlash". 
Feminist Current, Feb 7

Murphy, Meghan (2017). “Historic Speaker’s Corner becomes site of anti-feminist silencing and violence”. Feminist Current, Sep 15

Murphy, Meghan (2017). “‘TERF’ isn’t just a slur, it’s hate speech”. Feminist Current, Sep 21

Ruiz-Navarro, Catalina (2017) "Palabras peligrosas". El Espectador, Jul 12

Sanín Carolina (2017). “El mundo sin mujeres”. ViceJunio 30

TG (2016) “Boy ‘living life entirely as a girl’ removed from mother's care by judge”. The Guardian, Oct 21



Yardley, Miranda (2017). “This Is An All-Out Political War: The Gender Recognition Act and Beyond”, Sep 14

lunes, 18 de septiembre de 2017

Mujeres violadoras

Publicado en El Espectador, Septiembre 21 de 2017







BBC (2017). “Transgender rapist moved to women's prison after sex change”. BBC NewsMarch 21


Burrell, Ian (1999) “Murderer to get sex swap on the NHS”. Independent, March 12

CJ (2009) “Male-to-female gender changes and sexual functioning”. Scarleteen

Faye, Shon (2017) “If you really want women to be safe in prisons, it's not transgender prisoners you need to be wary of”, Independent, Sep 11


GIW (2014) “Darnell v. Jones (2014) - Prison Litigation”. Gender Identity Watch, Sep 26

Jackman, Josh (2017). “The Mail’s coverage of a transgender rapist is predictably horrifying”. PinkNews, Sep 8


Joseph, Anthony (2017). "Transgender rapist who was moved to women-only jail despite still having a penis s segregated after making unwanted sexual advances on female inmates". MailOnlineSep 6

Mirror (2012) “Sex-change Jane wants to be John again”. Mirror.co.uk, Feb 2

TG (2017) “Transgender woman at male prison did not mean to kill herself, jury finds”: The GuardianMay 19



Yardley, Miranda (2017). “This Is An All-Out Political War: The Gender Recognition Act and Beyond”, Sep 14

domingo, 10 de septiembre de 2017

Papa, laicismo y paz

Publicado en El Espectador, Septiembre 14 de 2017
Columna después de los memes






Aún no se sabe de milagros, pero la visita del papa Francisco sí dejó algunas revelaciones. 


Lo predecible eran testimonios como el de la mujer cuyo hijo fue secuestrado en 2006 por las Farc y aún no tiene noticias de él a pesar de haber visitado la zona veredal donde están los excombatientes del frente que se lo llevó. Su profunda fe católica la lleva a creer que la visita del papa traerá “arrepentimiento, perdón y reconciliación”, además de pistas sobre el paradero del rehén. 


Expectativas así no fueron siempre religiosas. Como cuando dejamos de creer en el niño dios, o en Papá Noel, pero seguimos dejando una lista bajo el arbolito, por si acaso, mucha gente atea o agnóstica manifestó deseos por algún milagrito, que Su Santidad nos arregle este desastre. 


El anticlericalismo dio paso al desbordado júbilo progre con el periplo. “¡Bienvenido, papa Francisco! Gracias por visitar a Colombia, un país católico que lo acoge con ilusión y fe, sumergido aún en un océano de odios del cual, justamente, usted viene a rescatarlo”. Paradójicamente, lo que se le pide al “querido papa” es silenciar a sus devotos tradicionales. Un vocero de esa “minoría grande”, el país no católico, espera que la presencia del ilustre huésped tenga algún impacto sobre “las deudas enormes, abrumadoras, de la Iglesia colombiana con la paz” y, nada menos, que le de un vuelco al papel de la mujer en nuestra sociedad. También con fe de carbonero se espera que Francisco deshaga “todo prejuicio que haya favorecido las divisiones, la corrupción y la violencia”. No podía faltar la plegaria de minorías sexuales que normalmente culpan a la Iglesia de sus desgracias: "solo queremos que el Papa inste al Gobierno a implementar una política LGBTI ".  


Los descreídos, contestatarios, marxistas, existencialistas, ex hippies y posmodernos descubriendo la esencia de la doctrina católica, que creían circunscrita al ideario de Uribe o Alejandro Ordóñez, también fueron una revelación. “¡Ni Dios, ni maestro!”, el eslogan de aquella revuelta estudiantil que en mayo del 68 anunciaba la muerte de la religión en las sociedades occidentales, súbitamente perdió vigencia, con el sumo pastor transformado en admirable político, en ambientalista extremo cuyo discurso “no tiene parangón”. Requeriría, eso sí, otro milagrito: cambiar su doctrina sobre el control natal.

 

A los convencidos de que las religiones son solo sinónimo de violencia por sus verdades absolutas, vale recordarles que la domesticación de guerreros y tiranos no empezó con un Contrato Social; fue un largo proceso en el que la Iglesia, entre otras a través del derecho, tuvo un efecto definitivo. En el Code Civil napoleónico la huella cristiana es evidente desde el lenguaje: obligación, compromiso, negligencia, culpa, dolo, vicios de consentimiento... Siguiendo una tradición que se remonta a La Ciudad de Dios de San Agustín, Max Weber, gran teórico del Estado moderno, destacó la importancia de un “espíritu” religioso como motor del capitalismo. Las feministas, que le achacan parte de sus cuitas a la Iglesia, y en particular a la institución matrimonial, olvidan que los canonistas atenuaron el yugo romano del pater familias y que el cristianismo temprano fue el primer paso hacia la igualdad de la mujer y el control de su sexualidad: por fin podían permanecer solteras si así lo decidían. Por algo fueron ellas “las primeras que se convirtieron y luego evangelizaron a sus familias” tan eficazmente que en el siglo IV el cristianismo ya era la religión predominante.   


Machacando que Francia sí es laica, Libération, el periódico de izquierda de mayor circulación en ese país, no se dignó mencionar en su resumen semanal la visita del pontífice a Colombia. En su lugar publicó una página entera sobre el mensaje de Darío Antonio Úsuga, alias Otoniel, líder del clan del Golfo, manifestando que ellos también quieren hacer la paz. La corresponsal en Bogotá llamó la atención sobre la aclaración del presidente Santos: no se debe confundir esa rendición ante la justicia con un eventual proceso de paz con ese grupo de mini carteles, los nuevos grandes traficantes. También menciona que alias Gavilán, número dos de la organización, fue abatido por las autoridades. Ese celebrado operativo, incontrovertible acción de guerra que de inmediato provocó el anuncio de retaliaciones, va en contra del mensaje papal, y de la retórica ingenua del posconflicto. 


Lástima que Francisco no se quedara más tiempo para afianzar la contundente pero efímera paz que trajo su presencia. La vanguardia intelectual debio quedar con guayabo, despistada, fuera de base. En San Garabato, un pueblo del genial caricaturista mexicano Rius donde no había cura, las beatas se quejaban cuando muy ocasionalmente alguno las visitaba de paso: “¡es que así nos dejan no más picadas de divino ardor!”


Armanios, Rachad (2008). “L'influence religieuse de Mai 68”. Le Courrier, Mai 10

Colombia2020 (2017). “Sanar el dolor de la mano del papa Francisco: relato de tres víctimas”. El Espectador, Sep 8




EE (2017). “Homicidios se redujeron cerca del 60% durante la visita del papa Francisco”: El Espectador, Sep 10



Espinosa, Miguel Ángel (2017) “Zunga, la trans que quiere ser escuchada por el papa Francisco”. El Tiempo, Sep 8


Goudsblom, Johan (2003). “Christian Religion and the European Civilising Process: The Views of Norbert Elias and Max Weber Compared in the Context of the Augustinian and Lucretian Traditions”. Journal of Sociology, Vol. 12.1, pp. 24-38

Gutiérrez Sanín, Francisco (2017). “La guerra sí tiene rostro de mujer”. El Espectador, Sep 7


Lara, Patricia (2017). “¿Seremos capaces de escuchar al papa?”: El Espectador, Sep 7


Molano, Alfredo (2017). “Reconciliación concreta”. El Espectador, Sep 9

Proenza, Anne, (2017). "En Colombie, les narcos aussi veulent fair la paix". Libération, Sep 10

Rodríguez Garavito, César (2017) “Francisco, ¿ambientalista extremo?”. El Espectador, Sep 7

Rubio, Mauricio y Ana María Arjona (2007). Economía Jurídica. Introducción al Análisis Económico del Derecho Iberoamericano. Bogotá: Universidad Externado de Colombia


Ruiz, Juan Pablo (2017). “Papa, político ambiental”. El Espectador, Sep 12

Solé Romeo, Gloria (1995). Historia del feminismo. (siglos XIX y XX). Pamplona: Eunsa

Uprimny, Rodrigo (2017).  “Nuestra ‘casa común’”. El Espectador, Sep 9

martes, 5 de septiembre de 2017

Celina y los celos

Publicado en El Espectador, Septiembre 7 de 2017
Columna después de las gráficas






A los 13 años, Celina se casó. Tuvo tres hijos, enviudó y a los 17 estaba de nuevo emparejada con quien la engañaría en su propia cama, con su mejor amiga.
No aguantó la ofensa. “Mi mamá me enseñó un credo: uno podía ser rejuntada, o casada, o lo que fuera, pero la cama había que respetarla como el altar donde se decía la santa misa”. Tenía una navaja y “se me atravesó el demonio; la cogí y me les boté. Quería dañarle la cara a ella pero el sinvergüenza estaba encima y la tapaba. Le volví nada esa jeta a él”.
-              Celina, ¿por qué hizo eso?
-              Mamita, ¿cuál fue el credo que usted me enseñó?
-              Sí, pero usted es mujer y él es hombre.
-              A mí me respetan mi cama.
Huyó de su pueblo en Antioquia hacia Bogotá. Trabajó por días y luego interna. “Un día salí y le gusté a una persona que también me agradó, empezamos a acercarnos pero como suavecito”. Al poco tiempo él le pidió que vivieran juntos. Ella todavía desconfiaba de los hombres. “Seguimos tratándonos pero como de cada ocho días y no más… me fui enamorando de él… al fin me vine a vivir acá al barrio”. Obviamente le recordó su credo. “Mire, usted es muy enamorado pero no me vaya a hacer eso en la cama porque no se lo perdono. Si usted quiere estar con otra vieja, váyase por allá a un hotel o donde se le dé la gana, pero mi pieza me la respeta, mi cama me la respeta”.
Él cumplió la promesa de no meter amantes a la casa pero no dejó de ser muy mujeriego. “Ya me tenía como aburrida, como cansada. Yo le llevaba el almuerzo y era bocadito para una, bocadito para otra. Hubo hasta siete, ahí sentadas. Mi mamá me enseñó que uno no pelea con el compañero en la calle. Entonces yo no decía nada sino que venía con esa rabia, esa ira tan horrible. Cuando llegaba por la noche me agarraba con él, y él me pegaba mucho, me pegaba por yo pelearle por las otras mujeres”.
En esa época él trabajaba lustrando en la calle. Y Celina tuvo que compartir la comida con una romería permanente de rivales. “Yo le decía que no tenía por qué cocinarle a otras. Que si les iba a dar el almuerzo, que las llevara a un restaurante. Pero que mi comida era para él y no más. Que yo le lavaba los chiros a él no más, que yo le planchaba a él y no más”.
Fueron muchos los cuernos. A veces él se perdía hasta una semana y al volver se quejaba: “ay, pero Celina no se preocupa por uno, es de las que uno llega a la casa y no pregunta nada”. Tuvieron tres hijos y él por su lado otros tres.  “Un día yo me  puse brava, y me le separé. Le dije no lo aguanto más porque usted cada rato con una vieja, a lo último yo resulto hasta con una enfermedad”.
De puro celoso, nunca quiso que Celina trabajara. “El que las hace, las imagina”, anota ella. Todas las peleas eran por las mujeres o los celos de él. Tras una separación de ocho años, y un aparatoso revés con una joven que lo botó “vino a pedirme canoa. Y yo lo perdoné pero con una condición: si usted va a seguir con su carajadita, otra vez para afuera”. La vejez lo ajuició, pero siguió celándola. Con 86 años, Celina todavía tiene que aguantar que a veces él llegue preguntándole que dónde metió al mozo.
Por simple observación y algunas lecturas, hace rato tengo claro que los celos son congénitos, diferentes por sexo —un punto debatido— y, sin duda, muy variables entre personas. Celina y el credo de su madre sugieren que el límite para que se manifiesten sí parece cultural. Las feministas aciertan al buscar redefinir la frontera de tolerancia con los celos. Se equivocan desconociendo su naturaleza instintiva y cometen un error garrafal, hasta mortífero, al predicar que esa dolencia sólo se cura con educación, sin dar pistas sobre qué hacer con quienes ya causan estragos. A diferencia del autocontrol de Celina —un solo ataque con “ira e intenso dolor”— la celotipia puede ser tan dañina que lo más razonable sea evitar una pareja que la padezca. Con menos doctrina y más ciencia se podría medir ese riesgo, sin volverlo de nuevo atenuante penal, para que alguna autoridad lo certifique a tiempo, mientras inventan fármacos contra ese “monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de la que se alimenta”.

REFERENCIAS

Entrevista con Celina en Agosto de 2017

Goodeoct, Erica (2002) “Jealous? Maybe It's Genetic. Maybe Not”. The New York Times, Oct 8


Harris, Christine R. (2004). “The Evolution of Jealousy”. American Scientist, Vol 94