martes, 30 de mayo de 2017

Estudiantes, turistas y jineteras

Publicado en El Espectador, Junio 1 de 2017

El mercado del sexo en Cuba, pujante bajo la dictadura de Batista, resurgió por donde menos se esperaba. 


Lorna relata un trueque corriente. Frente al Hotel Nacional un capitán de policía le pide su carnet de identidad. “¿Eres jinetera? … entonces podemos llegar a un arreglo”. Un sargento sale del carro y abre la puerta. Entre ambos la suben y se la llevan a una casita cerca del malecón en donde le ordenan desnudarse. Mandy, conocido chulo de La Habana, que estuvo preso cinco años por atraco, anota que “la mayoría de las putas de aquí tienen universidad y como están aprendiendo también en la universidad de la calle, entonces se convierten en fieras”. 


Tras la revolución quedó prohibido el comercio sexual. A finales de los ochenta, Fidel se ufanaba de que en su país no existían casinos, ni casas de citas, ni droga. Cuando cayó el bloque soviético se emprendieron reformas para corregir la dependencia del comercio con los países socialistas. La búsqueda de divisas llevó a darle prioridad al turismo internacional. 


Mucho antes, la consolidación de un mercado negro tanto de productos básicos como de dólares estimuló el rebusque en torno a los extranjeros. Uno de los capítulos de esta economía clandestina fue el jineterismo, nombre originalmente empleado para cualquier intercambio con turistas, funcionarios expatriados, o estudiantes extranjeros. Un forastero obtenía gabelas si ofrecía acceso a divisas y a ciertos artículos muy apreciados, como un desodorante, un jean o una camiseta impresa. El noviazgo con expatriado le daba a una joven cubana el derecho de acompañarlo a ciertos lugares vedados. Casarse con uno de ellos le permitía salir de la isla sin renunciar a su nacionalidad. 


Aunque nunca se llegó a prohibir enamorarse de un europeo, el coqueteo y flirteo con ellos resultaba complicado. Acompañarlos a sus hoteles implicaba enfrentar estrictos controles. Los encuentros con foráneos se empezaron a hacer en las posadas, equivalentes a nuestros moteles. En sus inicios, el jineterismo fue fundamentalmente titimanía: el afán por volverse amante de alguien capaz de ofrecer una vida mejor. 


La encarnación concreta de ese príncipe azul no se limitó al visitante o al ejecutivo expatriado, casi siempre casado. Una buena veta cargada de hormonas fue la de los universitarios africanos. Originarios de países aún más pobres que Cuba, la isla les ofrecía buenos estudios a precios accesibles. Las primeras cohortes tuvieron que soportar un racismo brutal. Pero con la guerra de Angola, la percepción sobre el Africa cambió y se asimiló el papel de un isla poderosa y benefactora que ayudaba a los países en dificultades.


Con mejor imagen, la penuria de bienes de consumo ayudó a que estos estudiantes extranjeros empezaran a convertirse en privilegiados. Era bien fácil el acceso a mujeres a cambio de cigarrillos, ropa interior, jabones, perfumes. Según un congolés, “un año después de mi llegada, me había acostado con ocho cubanas. Desde hace ocho años, ya perdí la cuenta del número de mujeres que he tenido”. 


Muchos de los universitarios africanos se volvieron pequeños traficantes más preocupados por enriquecerse que por estudiar. A través de los contactos en sus embajadas lograban acceso a las diplotiendas y adquirían artículos por fuera del alcance de los cubanos. Esta alianza foránea concentraba un dinámico mercado de compraventa de divisas así como una valiosa miscelánea de consumo. En una de las representaciones diplomáticas “desde el embajador hasta el funcionario de más bajo nivel, cada uno había creado una red con estudiantes para tráficos de todo tipo”. 


El estatus de universitarios y el hecho de que el régimen buscara integrarlos con los cubanos facilitaba que cualquier muchacha mantuviera relaciones con ellos. Con menos peligros, ofrecían lo mismo que los turistas: dólares, bienes de consumo y la eventual salida de la isla. Los más locuaces alimentaban el sueño con historias extraordinarias sobre su clase social y sus contactos en los países de origen. Algunas estudiantes buscaban la lotería “acostándose con varios estudiantes africanos en la misma universidad o viajando de provincia en provincia, errando por las residencias”.


La crisis de los noventa cambió varias cosas. El poder adquisitivo y el encanto de los estudiantes africanos se deterioró; dejaron de ser buenos amantes, se volvieron menos románticos y perdieron refinamiento. El turismo masivo trajo buenos partidos con orígenes, ocupaciones y oficios diversos. Pero para las jineteras el extranjero siguió siendo, más que un vulgar cliente, un novio potencial con el que van al restaurante o a la discoteca antes de acostarse. Y alguien que, de pronto, les ofrece nuevas perspectivas. Con la llegada de europeas profesionales y solventes, existe ahora un arreglo similar, aunque menos extendido, para los jóvenes cubanos que tienen buen ritmo y alguna gracia. 









Cardenense (2007). “Este tema es para vampiressa. Confesiones de una jinetera”. Secretos de Cuba, Jun 10



Schak, Sami (1999). La prostitution à Cuba - Communisme, ruses et débrouille. Paris: L’Harmattan

Valle, Amir (2008). Habana Babilonia: la Cara Oculta de las Jineteras. Zeta Bolsillo

domingo, 21 de mayo de 2017

Mao, viejo verde

Publicado en El Espectador, Mayo 25 de 2017

Hasta sus últimos años, el gran timonel mantuvo intacto un apetito sexual insaciable que mitigaba con un flujo continuo y renovado de jóvenes. 


El escenario lo describe Li Zhisui, su médico personal por más de dos décadas, a quein muchas de esas jóvenes siempre disponibles, orgullosas de la situación, le contaban sus experiencias. Ser amante de Mao era “un honor incomparable, por encima de sus sueños más extravagantes. Cualquiera que trabajara para Mao era cuidadosamente escogido, sobre todo las mujeres jóvenes. La selección garantizaba que tuvieran temor reverencial, admiración y asombro. Todas eran hijas de campesinos empobrecidos, de familias que le debían la vida al Partido Comunista y para quienes Mao era un mesías y salvador… La mayoría eran niñas inocentes cuando lo conocieron”.


Una de sus conquistas, Liu, mendigaba en la calle a los ocho años, cuando la salvó el Partido. Otra, huérfana de una pareja de mártires de la revolución, no terminó escuela primaria sino que fue entrenada para ser bailarina del grupo cultural de los ferrocarriles. “Nunca quisieron a Mao en el sentido convencional. Lo amaban como su gran lider, su maestro y salvador y sabían que su relación era temporal. Todas eran muy jóvenes cuando empezaron a servir a Mao y por lo general solteras. Cuando Mao se cansaba de ellas y se acababa el honor, se casaban con jóvenes de origen campesino y escasa educación”.


Hasta casi los setenta años, al líder le gustaban las faenas con varias jóvenes simultáneamente. Ellas mismas le presentaban participantes para las orgías. Antes de iniciarlas, él les pedía leer un manual, el Clásico de los Modales Secretos de la Niña Simple. Una de ellas trajo varias familiares. Con otra, y su hermana casada, Mao no tuvo reparo en hacer trío, durante tres días. Mientras duraba la relación, debían ser fieles y solicitarle permiso para contraer matrimonio, algo que sólo obtenían cuando él perdía interés en ellas.


Los escenarios para los encuentros no eran modestos. En su residencia tenía una piscina cubierta, un lujo para la China de los años cincuenta. El Salón 118, en la Gran Residencia del Pueblo era, según Li, “la suite más opulenta que yo haya visto, con muebles y candeleros superiores a los de los palacios del Kremlin … (En Shangai) en el elegante hotel Jinjiang, en el barrio francés, Mao siempre ocupaba uno de los pisos altos. El hotel entero quedaba para uso exclusivo de él y su grupo de jóvenes”. El líder revolucionario tenía conductas y actitudes que recuerdan a los antiguos señores de la China imperial, con menos sofisticación: causaba desconcierto el desprecio por sus amantes. Cuando el doctor Li le sugirió que tratara de curarse una infección venérea que, sin afectarlo, contagiaba a sus parejas, o que por lo menos mejorara sus hábitos de aseo, Mao anotó tranquilo que “si a mí no me hace daño entonces no importa … Yo me lavo dentro del cuerpo de mis mujeres”.


Otra biografía lo presenta como particularmente egocéntrico, con abierto desprecio por los demás, habilidad para explotar a otros, capacidad de intriga y falta de piedad. Hay acuerdo en el descuido que mostró por sus esposas e hijos; y en la apreciación de sus verdaderos intereses: buena comida, lectura y una oferta permanentemente renovada de mujeres jóvenes.


También se ha señalado que el líder, más que mujeriego, fue pragmático y ecléctico en asuntos de pareja.  De jóvenes, los comunistas se refugiaban en la montaña, en la pequeña ciudad de Yenan, y por cada mujer había ocho o nueve hombres. Se estableció el principio del sexo como un vaso de agua. El matrimonio y el amor eran rezagos pequeño burgueses. El sexo, por el contrario, sí era una necesidad real, como la comida o la bebida. La exclusividad en las relaciones de pareja hubiera llevado a relaciones conflictivas entre los camaradas. Así, cada quién debía poder hacer el amor con quien quisiera, como tomándose un vaso de agua para aplacar la sed, sin compromisos ni ataduras y, por el desequilibrio, rotando a las mujeres. Cuando llegaron a Yenan estudiantes atraídas por los rebeldes, se consolidó otro arreglo: “primero los jefes”. Los líderes fueron ampliando el número de esposas: la de las montañas, la de la zona ocupada, la de la zona liberada…


Cualquier parecido con lo que sucedió en las Farc no es mera coincidencia, así es la vida sexual en la guerrilla. Nadie le seguirá la pista a los comandantes reinsertados, entre quienes debe haber viejos verdes que en el monte, como Mao, se rodearon de jovencitas campesinas, las sedujeron, rotaron, adoctrinaron y comprometieron con una causa colectiva superior a la que ellas seguirán entregadas; ellos no renunciarán fácilmente a ciertas prerrogativas. Así es la paz. 





Chang, Jung y Jon Halliday (2005). The Unknown Story of Mao. New York: Alfred Knoff

Chou, Eric (1971). The Dragon and the Phoenix. Love, Sex and the Chinese. London: Michael Joseph

Li, Zhisui (1994). The Private Life of Chairman Mao. New York: Random House


Rubio, Mauricio (2010). Viejos verdes y ramas peladas. Una mirada global a la prostitución. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. Versión digital

miércoles, 17 de mayo de 2017

Las damas de Hitler

Publicado en El Espectador, Mayo 18 de 2017

Columna después de los memes


Al Führer lo entronizaron mujeres. "En política hay que buscar apoyo femenino, los hombres te siguen solos", decía.


Hitler perdió a su madre siendo muy joven. Educado como católico, soltero empedernido, por muchos años consideró que la sexualidad era pecaminosa fuera del matrimonio. Tras la primera guerra mitigó su temor a las mujeres: las llevaba a su apartamento y les regalaba flores. El elemento común entre quienes cortejó cuando él ya rondaba los treinta fue la juventud.


Soldado raso con ambiciones, sabía que para seducir a las masas le faltaba experiencia. Utilizó el flirteo para aprender. Un compañero anota que “para él, hablar era una manera de satisfacer un deseo violento y agotador. Los últimos minutos de un discurso parecían un orgasmo de palabras”. Su oratoria surtió efecto, sobre todo entre audiencias femeninas. En 1923 el Munchener Post escribió sobre las “encaprichadas” con Hitler, quien provocaba verdadera pasión entre partisanas embriagadas con sus discursos. 


Para ascender políticamente, su estrategia fue cortejar señoras mayores, de buena familia y fortuna. La primera en sucumbir fue Winifried Williams, esposa del hijo de Wagner, quien cayó rendida ante sus peroratas. Otras damas de la decadente aristocracia prusiana y la burguesía decepcionada de Weimar lo apoyaron. En 1920, tras un discurso, le llamó la atención Carola Hofmann, a quien se dirigió para alabarle sus ojos azules. Ella se sintió halagada, no era usual recibir piropos a los ochenta años. Empezó una nueva vida; encontraba otra vez alguien de quien ocuparse. “Se encargó de Hitler como una madre, lavó sus camisas, planchó sus pantalones, le hizo pasteles”. Lo visitó regularmente cuando estuvo preso y puso a su disposición una casa de campo para reuniones clandestinas. 


Por la misma época, Hitler conoció a quien cambiaría su vida: Helen, la rica esposa del heredero de la casa de pianos Bechstein. Dietrich Eckart, escritor, poeta y cronista, fanático de las teorías raciales y redactor del periódico nazi, le preguntó si quería conocer al “futuro liberador” de Alemania. La dama se interesó por el extraño personaje, “prestado y varado”, con un pequeño y ridículo bigote. Hitler se deslumbró con los lujos que jamás había visto en su vida. La refinada mujer quedó seducida por “ese hombre rústico, cuyo discurso incendiario le ponía un poco de pimienta a su aburrida existencia de esposa de industrial”. Impresionada por las ideas y la convicción del fogoso orador, decidió guiarlo por los vericuetos del poder. Comenzó por renovarle el guardarropa y mostrarle cómo vestirse para cada circunstancia. Trató de enseñarle buenos modales pero Hitler no fue un alumno aventajado: siempre pareció artificial, muy afectado. Esa torpeza acabó favoreciéndolo. El peculiar líder que le echaba un terrón de azúcar al vino acabó siendo visto por la alta sociedad alemana como audaz y original, alguien a quien definitivamente había que conocer. Los esposos Bechstein lo convirtieron en la vedete de sus reuniones. 


Aunque “hubiera querido que fuese mi hijo”, la señora Bechstein trató de que fuera yerno, reservándole a su hija Charlotte, de 17 años. La joven se opuso a semejante despropósito. Para Helen, generosa financiadora, fue más fácil convencer a los grandes industriales. Ayudó a Hitler cuando estaba recogiendo fondos para su golpe contra el gobierno. Como no podía darle dinero, le regaló obras de arte y numerosas joyas. 


Otra dama clave fue Elsa Bruckmann, princesa romana, esposa de un acaudalado editor de libros lujosos de arte. Poseían un palacete en donde reunían a la élite empresarial y política. En varias ocasiones pagaron el alquiler de Hitler y después de salir de la cárcel en 1924 le prestaron las instalaciones de la casa editora para sus discursos, cuando aún tenía prohibido echarlos en público. El vehemente predicador ya no tenía que limitarse a las tabernas de mala muerte con bebedores de cerveza: su auditorio se había extendido a gente importante tomando champaña en lugares prestigiosos. 


Fuera de las adolescentes que cautivó con su retórica y de las señoras que lo financiaron, Hitler tuvo varios trágicos amoríos que terminaron en suicidio. 


Las matronas alemanas fueron no sólo ingenuas sino irresponsables al apoyar a un político con mentalidad militar que reclutaba menores para adoctrinar, resentido, voluntarista, mentiroso, manipulador y, sobre todo, con evidente vocación totalitaria. Con cualquier ideología, los procedimientos proselitistas son una señal de lo que harían en el poder políticos con escaso respaldo electoral. La aversión visceral a la tiranía no está arraigada en Colombia, donde sobran admiradores de dictadores potenciales tanto de derecha como de izquierda, y hasta de centro. Por la paz, ya ni siquiera preocupan quienes cautivaban, engañaban o forzaban niñas, las alejaban de sus familias y después las hacían abortar.  




Ayuso, Bárbara (2014) “Hitler o el amor suicida” Libertad Digital, Feb 9


Ducret, Diane (2011). Femmes de Dictateur. Paris: Editions Perrin

Llorca, Carmen (1978). Las mujeres de los dictadores. Hyspamérica Ediciones


Schaake, Erich (2010). Hitler et les femmes. Leur rôle dans l’ascension du Führer. Neuilly: Michel Lafon

martes, 9 de mayo de 2017

La política como cacería

Publicado en El Espectador, Mayo 11 de 2017

Ahmadou Kourouma es conocido como el Voltaire africano. Una de sus novelas, “Esperando el voto de las bestias salvajes”, habla de un presidente, Koyaga, experto cazador y tirano de la peor calaña. Veterano de la guerra de Indochina, recorre el África y aprende de los déspotas. “Quise escribir la novela con los nombres verdaderos de los personajes pero mi editor me disuadió. Según él, eso traería demasiados problemas jurídicos. Mantuve entonces únicamente sus respectivos tótems: el leopardo, el caimán, la hiena etc… Así, oficialmente, no son dirigentes africanos”.


De vuelta a su país, la República del Golfo, con algo de brujería y muchos asesinatos, Koyaga se toma el poder. Desbarata complots y triunfa sobre sus enemigos. Kourouma revela las prácticas mágico religiosas de algunos dictadores, con hechiceros a su servicio, a veces con rango ministerial.  


El planteamiento de la novela es que la política es asimilable a la cacería. “Los políticos operan en un espacio inhumano en el que no rige ninguna moral y el debutante debe formarse bajo la guía y experiencia de los maestros”. Gobernar y cazar exigen los mismos métodos de acecho, algo de placer, elaboración de mitos, formación de pandillas, manifestación del instinto depredador del ser humano y gusto por la sangre. Los encuentros de Koyaga con sus pares son cursos de iniciación en los que el aprendiz se familiariza con las leyes de la jungla política. Su primer anfitrión, el dictador del totem caimán, le enseña en pocas lecciones cómo sobrevivir políticamente. “La primera bestia malvada que amenaza a un jefe de Estado es la enojosa inclinación del debutante a separar las finanzas del Estado de las personales. Las necesidades y caprichos de un gobernante siempre sirven a su país, y se confunden directa o indirectamente con los intereses de la República y de su pueblo”. Además, nadie será tan mezquino como para husmear las cuentas de un mandatario elegido por sufragio universal. 


La segunda bestia perversa que atenta contra un tirano principiante es la ingenua  diferenciación entre la verdad y la mentira. “Con frecuencia la verdad no es sino una manera de decir por segunda vez una mentira”. Ningún gobernante deberá enredarse buscando respetar esa distinción ficticia, simplemente propagará los mensajes que le sirvan para sus objetivos o sus causas. Y ningún ciudadano se levantará “para decir blasfemias opuestas a lo que afirma el jefe de Estado”. 


La tercera amenaza es tomar a los hombres y mujeres de su entorno como se presentan a sí mismos. Para que un verdadero líder comprenda quiénes lo rodean debe saber, “como el encantador conoce las partes del cuerpo de la serpiente, los sentimientos y los medios con los que se puede engatusar a los seres humanos”.


La última alimaña, a primera vista obvia y fácil de combatir, es no tomar malas decisiones. La manera como la ilustra el maestro indica que no es algo tan simple como el maquiavelismo. “Es usual que el Presidente en persona, después de su ejercicio y trote matinales, se acerque en sudadera a la sala de torturas para supervisar los interrogatorios. Las confesiones le son presentadas, las analiza, las reagrupa, las verifica con el cuidado de alguien que cose la ropa interior de su mujer y decide llevar o no al acusado delante de la Corte encargada de la seguridad del Estado”. Además, menciona la “prisión privada”, justo al lado del Palacio, que podía visitar a cualquier hora, día y noche, para supervisar personalmente quién entraba o salía. Allí había incluso una sección para los familiares y amigos, los enemigos más difíciles de manejar. 


Sobre cómo tratar a las mujeres, el maestro no dio consejos, pero Koyaga recibió una lección del dictador Bossouma, quien después de ausentarse por unos minutos para ir al baño, volvió jalando a su últma presa: una de las mujeres encargadas del aseo. La había encontrado hermosa, amable y le pedía su mano al anfitrión. La joven gritaba, se resistía. El tirano quiso averiguar si estaba casada. No, ni siquiera tenía un novio, respondió ella. Casi con hilaridad, el Presidente caimán le pidió a su jefe de protocolo que fuera a la ciudad a informarle a los padres de la adolescente que tenía nuevo compromiso y un próximo viaje. El emperador Bossouma acababa de contraer, en menos de diez minutos, uno de los treinta matrimonios que celebraba cada año. 


A principios de este año, la Defensoría manifestó su preocupación por la “cacería” que le estaban haciendo las Farc a un grupo disidente, con “amenazas e intimidaciones contra la comunidad que no brinde información y preste colaboración en la vereda”. Ojalá en el posconflicto -sin posverdad, con transparencia, respeto por la vida y poco machismo- abandonen definitivamente esa manera de hacer política.









AFP (2017). "Preocupación por cacería de Farc a grupo disidente": Nuevo Siglo, Ene 20

Cherruau Pierre et Marcus Boni Teiga (2013). “Les 10 chefs d’Etat les plus accros aux marabouts”, Slate Afrique, Jan 30

ET (2017) "Martin Stendal, un misionero de paz en La Habana". El Tiempo, Enero 19

Kourouma, Ahmadou (1998). En attendant le vote des bêtes sauvages. Paris: Éditions du Seuil

martes, 2 de mayo de 2017

La farmacóloga y la talidomida

Publicado en El Espectador, Mayo 4 de 2017








Beery, Annaliese & Irving Zucker (2010). “Males still dominate animal studies”. Nature, Vol 465/10, June

Beery, Annaliese & Irving Zucker (2011). “Sex Bias in Neuroscience and Biomedical Research”. Neurosci Biobehav Rev. Jan; 35(3): 565–572.

Bren, Linda (2001). “Frances Oldham Kelsey: FDA Medical Reviewer Leaves Her Mark on History”. FDA

Fine, Cordelia (2017). Testosterone Rex. Unmaking The Myths of Our Gendered Minds. London: Iconbooks


Kriplen, Nancy (2017) “The Heroine of the FDA. One woman was all that stood between thalidomide and America”. Discover, March

Lehmann, Claire (2017) “The XX Factor. When gender differences are ignored in health studies, it’s women who pay the price”. www.commentarymagazine.com, March 15