martes, 6 de septiembre de 2016

Rumiando el Sí

Publicado en El Espectador, Septiembre 8 de 2016
Columna después de los memes



No me detendré en la campaña de la oposición, que no apoyo: lo que han faltado son dudas, y autocrítica. Aún sin acusaciones de belicosidad, el proselitismo del Sí sigue siendo simplista. Dejusticia concluyó que cambiando la ortografía a PlebiSíto, se podrían ganar votos. Esta ingenuidad resume una falencia común: suponer que quienes no comparten un punto de vista son ignorantes o despistados que comprenderán una verdad irrebatible cuando se la mastiquen y adornen con giros o diseños chuscos. Pensar que sólo la oposición está desinformada es no ver la viga en el ojo propio; una decisión trascendental no puede ser tan simple y sin dilemas. Para algunos, estos acuerdos a puerta cerrada son el summum de la política. Daniel García Peña anota sin reticencias que “mejor imposible” y Juan Gabriel Vásquez afirma  que nunca “había sentido un logro tan colectivo”. 


Un avance definitivo fue entender que la intransigencia no es exclusividad furibista. Juan Esteban Constaín señala los “delirios” que impiden dialogar. Claudia Morales también ve fanatismo a ambos lados, pero entiende que algunas personas votarán No. Sin atacar oponentes, Rodrigo Uprimny ha tratado de explicar los alcances de la justicia transicional. Héctor Abad anota que aprecia y respeta familiares opuestos a los acuerdos y a lo que él está dispuesto a aceptar: “una alta dosis de impunidad a cambio de verdad”; nadie más abordó la incómoda comparación con el veto a cualquier negociación con ETA en España. Hernando Gómez Buendía desmenuzó los acuerdos para “una paz bienvenida y amarga”. Estos esfuerzos razonables a favor del Sí casi los borra de un plumazo el presidente con la entrevista concedida a un medio internacional: sus compañeros de élite –“yo pertenezco a ella, soy miembro de los clubes más exclusivos de la capital”- se dejan desinformar; el odio y la envidia son las motivaciones de sus rivales y él reza todos los días contra eso. Con semejante liderazgo para unas reformas contra la desigualdad, sobra la oposición. 


La campaña a favor de los acuerdos debió quedar en cabeza de su principal artífice, en solitario. De la Calle acepta imperfecciones, hace pedagogía, pero admite que “los colombianos saben lo que van a votar”. No endosa el “obvio, por supuesto, sin dudarlo” totalmente absurdo ante una situación compleja y con riesgos. Los incondicionales del Sí han ignorado olímpicamente la incertidumbre que rodea esa decisión. José Fernando Isaza recurre a la analogía de una apuesta, pero pretende que “votar que no se acepta el acuerdo equivale a que se reinicie la guerra del Estado contra las FARC”. Todo un científico, le asigna a ese temible evento altísima probabilidad, así las FARC aseguren lo contrario. María Isabel Rueda, abogada, reconoce mejor los imponderables: “voy a votar Sí, aunque el futuro sea tan impredecible como los terremotos”. 


El gobierno evadió la discusión del plan B tal vez porque el No, aunque arriesgado, es una jugada astuta, de tahúr de póquer, ante los bajos chances de que las FARC reanuden sus ataques. Daniel Mera Villamizar argumenta que al gobierno le convendría perder el plebiscito. Esa hoja de ruta podría ser solo ligeramente más incierta que suponer -con el área cultivada de coca y el ELN expandiéndose- que las FARC dejarán las armas,  perderán las elecciones y se irán tranquilamente para sus casas.


La involuntaria pero magistral secuencia de zanahoria en pequeñas dosis durante cincuenta largos meses tras dos cuatrenios de implacable garrote trajo un resultado que nadie imaginó: curtidos combatientes ablandados, casi civilizados, afirmando que no reiniciarán la guerra aunque se rechacen los acuerdos, declarando cese de hostilidades indefinido antes del plebiscito y justificando abusos por “razones jurídicas”. No solo la rotunda transformación del escenario internacional va las nuevas hostilidades: basta ver las entrevistas a Timochenko para percibir una metamorfosis radical. En lugar de capitalizar este extraordinario logro, el gobierno y su coro prefirieron remedar a la oposición metiendo miedo, sugiriendo que el agobiante proceso no tuvo ninguna repercusión sobre la guerrilla, ni los militares; todo bajo la retórica del diálogo como rito democrático fundamental. Lo pedagógico, honesto, coherente y eficaz hubiera sido pregonar que sentarse a negociar sí da frutos, reconcilia, hasta calla fusiles y desarma espíritus de guerreros arcaicos, como los comandantes sesentones de las FARC. Precisamente para celebrar y destacar el efecto pacificador del intercambio respetuoso de opiniones, el proceso merece un espaldarazo ex post. 


Abad Faciolince, Héctor  (2016). “Ya no me siento víctima”. BabeliaEl País, Ago 27

Constaín, Juan Esteban (2016). "Diagnóstico imposible" El Tiempo, Ago 24

García-Peña, Daniel (2016). “Mejor imposible”. El EspectadorAgo 29

Gómez Buendía, Hernando (2016). “Una paz bienvenida y amarga”, El Espectador, Sep 2

Isaza, José Fernando (2016). “La apuesta”. El Espectador, Ago 31


Lafuente, Javier (2016) “Una justicia perfecta no permite la paz” Entrevista a Juan Manuel Santos, El País, Sep 4

Medina, Medófilo (2016). “Entre el sí y el no: una visión de las dos campañas”. Razón PúblicaSep 5

Mera Villamizar , Daniel (2016). “Renegociar con las Farc le convendría al gobierno”. El Espectador, Ago 19

Morales, Claudia (2016). “Sí, a pesar de todo”. El Espectador , Sep 1

Restrepo, Álvaro (2016) “El No y la vergüenza planetaria: el plebiSÍto”. El EspectadorSep 5

Rueda, María Isabel (2016). “Por qué votaré Sí”. El TiempoSep 4



Uprimny ,Rodrigo (2016). “Cárcel, justicia y paz”. El Espectador , Sep 3


Wallace, Arturo y Natalio Cosoy (2016). “Nunca en mis 43 años de vida me había sentido tan orgulloso de Colombia como en este momento" Entrevista a Juan Gabriel Vásquez, BBC Mundo, Sep 2

WRadio (2016) “Los colombianos saben lo que van a votar: De la Calle”. wradio.com.co, Sep 5