martes, 4 de agosto de 2015

La confusión notarial con la cédula trans

Publicado en El Espectador, Agosto 6 de 2015








Un vocero de los notarios vaticinó que con la posibilidad de elegir M o F en la cédula, “una persona podría abusar del derecho y cambiarse el sexo”. 


Mostrando su desconocimiento de las minorías sexuales, el letrado teme que esta facultad se convierta en atajo para el matrimonio gay. No es el único despistado. La Superintendencia de Notariado sugirió negarles el matrimonio a quienes hagan el cambio; al divulgar el Decreto 1227, los medios anotaron que favorecía a homosexuales y transexuales cuando no lo hará con todos ellos. Incluso el Minjusticia que tiene las ideas claras olvidó que señalar que también se beneficiarán las personas intersexuales: con toda una gama de genitales atípicos, algunas operadas al nacer, a veces declaradas del otro sexo y registradas así oficialmente, sin su autorización ni conocimiento. El caso extremo, conocido antes como hermafroditismo, es bien raro, pero Alice Dreger, historiadora especialista en abusos médicos a intersexuales, estima que alcanzan a ser una de cada 300 personas.


Quedó certificado notarialmente el lío para entender al colectivo LGBT, enredo al que ha contribuído el activismo. Michael Bailey, psicólogo especialista en trans de hombre a mujer nunca aceptó la explicación, contraria a la evidencia, que impuso la militancia. Tras años de entrevistar y observar esta minoría, a la que apoyó con certificados para cambios de sexo, Bailey relanzó una teoría basada en el deseo, definiendo dos tipos de trans. Por un lado quienes desde pequeños son afeminados, prefieren juegos y vestidos de niñas, se sienten inequívocamente atraídos por hombres y tienen, según él, oportunidades sexuales limitadas: los heteros los rechazan y muchos gays, atraídos por la masculinidad, tampoco les paran bolas. Muy femeninas, parecen mujeres con sólo travestirse. Con hormonas y cirugías terminan atrayendo a muchos hombres. Bailey menciona a Juanita, extremadamente atractiva, con una sexualidad (masculina) desbordada incluso, o sobre todo, con desconocidos. Estas personas, anota el investigador, “se adaptan especialmente bien a la prostitución”.


Otros trans no necesariamente son gays, ni afeminados durante la niñez. Juegan con carros o pistolas, hacen mucho deporte y eligen oficios típicamente masculinos. Los atraen exclusiva o primordialmente las mujeres, se casan y tienen hijos pero, en algún momento, sienten un fuerte impulso por cambiar. Bailey plantea que esa decisión también depende del deseo sexual: la idea de ser mujer les resulta excitante. Resume así su teoría: “quienes aman a los hombres se vuelven mujeres para atraerlos. Quienes aman a las mujeres se convierten en la que aman”. 


A pesar de su conocimiento, experiencia y respaldo a esta minoría, tres influyentes académicas trans decidieron rechazar, acosar y linchar virtualmente a Bailey. Ignorando que antes habían hecho pública su transición -cargada de erotismo, desde el travestismo ocasional hasta el cambio de sexo- no aceptaron discrepancias con el guión político de una identidad femenina atrapada en un cuerpo de hombre. La consigna militante, anota Alice Dreger, es erradicar el sexo del debate, como los gays que “desexualizaron la homosexualidad buscando el matrimonio igualitario”. 


Las activistas trans atacando a Bailey encarnan la perniciosa supeditación del conocimiento a la política, y los notarios colombianos ilustran las secuelas de esa seudociencia estalinista: ignorancia, incomprensión y desconfianza. El enredo conceptual que ha armado el activismo LGBT forzando la agrupación de minorías sexuales tan disímiles es monumental. Ni siquiera lo que ya debería darse por descontado y disminuiría la homofobia -que los gays nacen y no se hacen- está claro en el pastiche militante que sacrifica evidencia y congruencia con tal de no herir susceptibilidades igualitarias ni contrariar alianzas ideológicas mencionando la biología o las predisposiciones innatas.


El temor de los notarios no tiene asidero: gays y lesbianas buscan casarse de frente, no con engaños. Pero poder alterar a voluntad el “sexo” en la cédula tiene otros líos, como el servicio militar. En un país tan tramposo que en un banco le hacen a cualquiera -en persona, con identificación y huella dactilar al alcance- preguntas capciosas para verificar de quien se trata, esta observación no es transfobia. Resolver el problema puntual del cambio oportunista de género en los documentos para evadir el reclutamiento sin afectar los derechos de verdaderas trans o intersexuales, exige medidas concretas basadas en conocimiento pragmático y riguroso, como el de Bailey, con apoyo de esas minorías sexuales específicas. Lo demás es ruido, en especial los aspavientos de militantes que sólo toleran explicaciones incluyentes y correctas que acaban confundiendo al notariado, y a todo el mundo. 


REFERENCIAS

Dreger, Alice (2015). Galileo's Middle Finger. Heretics, Activists and the Search for Justice in Science. New York: Penguin Press 

Rubio, Mauricio (2014). "El misterioso encanto de las trans". El Malpensante Nº 156, Septiembre


Semana (2015). "Los transexuales cambian su cédula". SemanaJunio 13

Decreto 1227 de 2015