martes, 4 de noviembre de 2014

Entre mamagallistas, trascendentales y condescendientes

Publicado en El Espectador, Noviembre 6 de 2014
Después de las ilustraciones está el texto de la columna

LOS DIÁLOGOS NO CORRESPONDEN A LOS ORIGINALES







“Acá está su invitación” dice Emperatriz desnuda en el despacho de Humberto de la Calle. “¿Y esto que fue, una nadaísta? Vístase niña” responde encartado el zar de las negociaciones de paz.

Esta escena es la más desconcertante en la fotonovela de aniversario de la revista SoHo. En un accidentado periplo por Bogotá, que se paraliza a su paso, la modelo Emperatriz sin vestir reparte invitaciones para una exclusiva fiesta. Entre muchas otras celebridades se encuentra con Martín el delfín quien exclama al verla “¡por todos los santos!” y recibe la tarjeta para el presidente. Llevo días rumiando la gaffe y aún encuentro inconcebible que el jefe de la delegación del gobierno en La Habana, el mismo severo divulgador de la “Pedagogía del Proceso de Paz”, no haya calibrado las secuelas de su actuación. En la red lo podrán ver guerrilleras despistadas, algún comandante buscando compinche oficial, incrédulos que confirmarán su oposición a los acuerdos o feministas europeas que no les hará gracia el sainete cuando el gobierno solicite ayuda para el posconflicto.

El machismo por desnudez de la fotonovela era previsible, es la esencia de esa revista. Más llamativo es el clasismo, que abunda adobado con el mensaje que las mujeres pueden saltarse las barreras sociales modelando. También fastidia una producción tan ligera en una época saturada del estridente discurso que toca angustiarse por la guerra y sacrificar lo que sea por la paz, una retórica más artificial que las fotos de una modelo desnuda por la capital. El mismo día que leí la fotonovela me llegó una trascendental carta abierta de apoyo a las negociaciones. El mensaje venía reforzado con un proverbio chino: “mejor ser un perro en época de paz que un hombre en tiempo de conflictos”. Me fue imposible encajar ese grito de angustia con Emperatriz en calzones por la Avenida Jiménez, una escena que describe mejor el país chabacano que ya está en posconflicto. No firmé la proclama porque no contiene ni una sugerencia, nada disonante con los diálogos. Es otra carta blanca “todo bien, todo bien” que sumada al oso del negociador mayor me confirma que al proceso le sobran respaldos irrestrictos y le faltan crítica y debate, eso que ahogaron las rencillas personales entre uribistas y santistas.

El sexismo light de fotonovela con ilustres mamagallistas es poca cosa frente al papel de la mujer que se impuso en los acuerdos parciales con las FARC. Ahí el machismo es serio, así sea por omisión. Es deplorable la condescendencia con el agrarismo intenso y la mitificación del mundo campesino para apaciguar a los guerreros. En el escenario rural negociado con patriarcas armados, la “perspectiva de género” será un item baladí incluído de oficio en los proyectos, porque la médula de los acuerdos es profundamente reaccionaria para las mujeres. Idealizar el campesinado y equipararlo con comunidades líderes de la sumisión femenina, conlleva obstáculos seculares a la educación que sólo se superan en entornos modernos, cosmopolitas, con universidades y libertades individuales, o sea en las ciudades. Paradójicamente, desde Bogotá, la Emperatriz desnuda y tan boba que cree estar luciendo un vestido de “tela importada finísima” refuerza la idea de irrelevancia del intelecto femenino ante la belleza. Un legado del narcotráfico que no hace falta incentivar es el de las mujeres jóvenes que sólo cultivan su cuerpo, con gimnasia o cirugías, a la espera de alguien que las elija para cambiarles la vida.

Los talibanes se opusieron con todo a la educación de Malala Yousafzai, la joven Nobel de la Paz. El escenario rural que se negocia en La Habana, refrendado por el silencio de la élite pensante, es más taimado pero tiene un propósito similar: mantener a las mujeres campesinas en el lugar que muchas ya no aguantan. Asfixiadas por el machismo, hace años que emigran o se desmovilizan buscando en las ciudades empleo, educación, cultura, pareja, entretenimiento y emancipación. Incluso, si les da la gana, empelotándose para alguna revista.

La obra completa:
Gracias a Catalina Ruiz-Navarro por la pulga en la oreja para los no habituales de la revista.